Hace unos días conversaba con mis amigas de la universidad... una propuso una idea que podría ponerle los pelos de punta a varias mujeres que conozco: llegó a la conclusión de que todo sería tanto más fácil si bastara con casarse, ser mantenida y cuidar críos... esto en vez de estudiar, trabajar siendo mal pagada (por ser mujer, claro está), y a los 40 arrepentirse de no tener ni marido ni hijos.
Por sorprendente que parezca, no es la única que piensa así. Incluso yo creo que tiene algo de razón, cuando veo a alguna de mis profesoras, brillantes científicas, ganadoras de importantes reconocimientos, que se han quedado solas en su ya pasadas 5 décadas (y se nota en sus ojos la inconformidad con sus vidas).
Sin embargo, yo no podría tranzar mi independencia. No quiero estar sola, pero prefiero sola que mal acompañada. No me faltan los ejemplos de mujeres que se han casado a los 30y tantos con cualquier fulano, sólo para poder cumplir el rol que la naturaleza misma nos impone: parir y criar. Y unos años más tarde, con varios kilos de más y una pérdida evidente del sentido de la moda, se van lamentando de no ser libres. Libres de sus hijos y de sus maridos.
Los extremos son peligrosos, pero ¿Cuál es el equilibrio?
Yo me pregunto ¿Por qué nos esforzamos tanto en ser iguales a los hombres, si no lo somos? Nuestros cerebros son distintos. La bioquímica de nuestros cuerpos es distinta. Eso ya ha sido demostrado...
(continuará)
No hay comentarios:
Publicar un comentario